jueves, 17 de febrero de 2011

Visitando la casa de Mirian…


San Miguel- Febrero 15 - Hoy estuvimos comiendo en la casa de Mirian (52). Fue muy interesante ir a su casa, compartir con sus vecinos, conocer mejor a su hija, y comer la deliciosa comida que cocinó para nosotros.

Llegamos como a eso de las 5:30 pm a su casa; mientras Mimi terminaba su clase de ingles con los adultos, Max nos llevó a Emily, Evan, Chase y a mi a casa de Mirian, en el carro de Virgi. Cuando llegamos, ella nos recibió con una gran sonrisota, como siempre, la cual me recuerda muchísimo a mi abuela Rosa; curiosamente ambas comparten la amarga y a la vez dulce enfermedad de la diabetes.


Caminamos un poco por su casa, para mostrarle a Chase la parte trasera, donde tiene algunas plantas y se puede ver parte del Valle; allí Mirian tiene dos pequeños loros verdes en una jaula, que inclusive después de tres años de tenerlos, tratan de morderla cada vez que los alimenta.

Nos sentamos en la mesa frente a la entrada de su casa, donde generalmente la vemos sentada los miércoles en las tardes cuando vamos de regreso a la ciudad (pues su casa queda en el camino de salida hacia la carretera principal). Le dije que esperaríamos al resto del grupo para comer todos juntos, se rió y dijo que las moscas hacían de las suyas si no empezábamos ya. Nos trajo un delicioso y bondadoso plato de arroz, con un dulce pedazo de plátano y un carnoso trozo de cerdo. Para acompañarlo, había cocinado guandú (una especie de lenteja, un poco mas gordita), y preparó una ensalada de pepino y tomate, con una jugosa salsa blanca. La bebida no podía faltar: una jarra fría de limonada, con limones que tomó de los árboles de atrás de la librería de la escuela de San Miguel. Me sentí como en casa.


Nosotros le habíamos llevado algunas galletas de sal con un par de tarros de queso crema para picar (merendar) mientras la visitábamos… no fue necesario abrir nada de eso, pues la verdadera experiencia de comida panameña superó nuestro apetito, el cual era bastante; aquí en San Miguel almorzamos a eso de las 11:40 am, después de invertir nuestras energías en más de 60 chikillos que nos alegran toda la mañana, desde las 8:00 am. 

Michelle (31), la hija de Mirian, nos estuvo preguntando acerca del proyecto. Le contamos que Kalu Yala venia gestándose desde hacia 5 años, que los practicantes vivían en el edificio Hispania, la gran casa Rosada, frente al parque Urraca, en ciudad de Panamá; le dio alegría saber que nuestro trabajo en San Miguel no se acabaría tan rápido y que continuaríamos trayendo desarrollo a la comunidad.  

El resto del grupo llegó a eso de las 6:40; eran Mimi, Virgi, Max (quien se había regresado a recogerlos), Bradly y Steven. La culpabilidad que podíamos sentir por haber comido antes que ellos, había desaparecido con la primera cucharada de aquella comida que con tanto amor Mirian preparó para nosotros. 

Contamos también con la compañía de Gordo, quien es el vecino de Mirian; un hermoso niño de 5 años, a quien conocí la semana pasada cuando paré en casa de Mirian y él estaba en la casa de en frente jugando.  Hoy jugamos a hacernos cosquillas y lo alce tan alto que el resto de la noche me pidió que lo hiciera nuevamente. Después llego su hermanita, pequeña en edad (3) pero gigante en genio y actitud. Nos hizo reir por su coquetería con los hombres y su manera de enojarse cuando alguno mas grande la molestaba.

Al final de la jornada, Mimi, Virgi, Evan, Max (quien regresaba de dejar el primer grupo en Mi Casita Kalu Yala) y yo, tuvimos la fortuna de tomar té de paja de limón, preparado por quien he decidido, desde hace varias semanas, llamar “nuestra Madrina de San Miguel”, quien no es nadie mas que Mirian. Fue el cierre perfecto para ese suculento banquete. 

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