martes, 24 de noviembre de 2009

Ver la Vida Loca me hizo sentir algo culpable…

Culpable por ser un espectador de mi propia realidad, de aquella realidad a la que escapamos cuando aceleramos el carro después de un semáforo en una de las partes “mas peligrosas” de la ciudad o ignoramos aquel que esta tirado en la calle cubierto con un pedazo de papel periódico que lleva como encabezado “El futuro en nuestras manos”…  Pero si será que alguna vez nos preguntamos por qué es considerada así de peligrosa esa zona? Quienes viven allí que la hacen tan peligrosa? Quienes son aquellos rostros a los que mi mirada trata de esquivar ]cuando me preguntan por una moneda? Quienes son aquellos molestos niños que intentan limpiar mi ventana aunque yo prenda mis plumillas para retirarlos?...

Claro que no nos hacemos esas preguntas, porque eso haría que nos sintiéramos mal por vivir en un apartamento donde nuestra nevera esta llena, donde tenemos un televisor que casi ocupa la pared de nuestro estudio y una hermosa vista desde nuestro balcón a miles de casas sin pintar, con techos de plástico, latas que hacen las veces de paredes y cientos de millones de personas levantándose cada mañana, con la necesidad de conseguir algo al final del día para alimentar a toda su familia.

Continuo siendo espectador en esta gran pantalla de las vidas inocentes que la pobreza humana y la miserable violencia a tomado como presas. Estando tan lejos de casa en pasos y tan cerca de corazón, siento como pertenezco a cada uno de estos hombres y mujeres que han decidió tatuar su identidad para cubrir ese vacío que el rechazo y desprecio de la sociedad cada día cava mas profundo.

Tres disparos han sonado nuevamente, la pantalla se a tornado negra, y mi corazón palpita fuerte pues entiende que alguien a muerto…. Aquella hermosa sonrisa que daba luz a los ojos de su alma a desaparecido. Otro baúl es cubierto por tierra y algunas flores, una inocente bebe busca por su madre, mientras 4 jóvenes se divierten pateando al nuevo integrante que, después de su ritual de iniciación, llevara consigo la responsabilidad de continuar la legacía, no solo de una pandilla, sino de un suicidio colectivo que se esconde lentamente en cada uno de los cuerpos tatuados y  en la sangre que de estos se derrama.