miércoles, 6 de junio de 2012

Semáforo



El semáforo se detuvo. 
Pasaron 30 segundos, 
un par de minutos, 
varias horas… 
la luz roja nunca dejó de alumbrar, 
y la verde jamás volvió a encender. 
Estáticos, 
en sus autos, 
los pasajeros vieron la vida pasar, 
y con ello, la muerte llegar. 

sábado, 2 de junio de 2012

Habanero con nacionalidad extranjera…




“Nos falta todo pero no nos falta nada”… con esa frase empezó mi aproximación a Cuba, la tierra de la abundancia humana, cultural e intelectual… tierra con un legado de modestia material, que con prudencia empieza ahora a cambiar.  


Malecón
El avión aterriza en el José Martí, aeropuerto de La Habana que lleva el nombre de su héroe nacional. El color rojo predomina en la estructura de este lugar vanguardista que contrasta fuertemente con el aeropuerto del cual me embarqué, el de Panamá: fiel retrato del capital-istmo.  El contraste no es porque sea mas lindo o feo, no, va mucho más allá de eso. Impacta la ausencia de contaminación visual, impacta la limpieza de las paredes y la nula aparición de marcas como Mc Donalds, Cocacola o Subway, las cuales, para el resto del mundo (desde una mirada occidental) son los logos más comunes con los que nos topamos en cualquier terminal de aviones. 



Destino: Habana
Aún en Panamá, parado frente a mi puerta de embarque, me invade una gran alegría al ver en la pantalla: Destino: HABANA. Por fin se hace realidad aquel sueño de conocer la tierra a la que, desde hace varios años, siento que le pertenece una parte de mi alma. Habitaría por fin la cuna del son, el bolero y la salsa; el famoso aliado de la Unión Soviética y conocido opositor de Estados Unidos; la tierra de Celia Cruz y de mi gran amiga Yohania. La inspiración de tantos poetas, artistas, escritores y periodistas como el gran bohemio Ernesto Hemingway. Conocería el motivo de exilio de tantos habitantes de la Calle 8 en Miami y a los defensores de la revolución del 59. 


Caminaría por fin a través de los pasos que alguna vez recorrió Fidel y de las ideas que el líder argentino, El Che, imprimió en las raíces del tabaco y la caña de azúcar, labrando con sus manos una lucha socialista por la libertad de la patria. Una patria que modificó su Constitución para hacer a éste hombre parte de un cambio político que marcaria la historia del mundo; cambio que a gritos pedía el pueblo cubano. Un pueblo en amenaza de ser  aplastado por aquel andamio norteamericano que sostenía al títere de Batista…

Desde entonces la Revolución traspasa aquella plaza que lleva dicho nombre, que con orgullo hace honor a Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara y, por supuesto, a José Martí; este lugar es símbolo de persistencia y autonomía mundial, propicio para construir Paz sin Frontera, como alguna vez lo cantó Juanes.

Tribuna Antimperialista
Cae la noche en la bella Habana, las luces que rodean el Malecón se encienden,  el viento cubano sopla con fuerza las banderas de la Tribuna Antiimperialista, y bajo ellas bailan cientos de personas, locales y extranjeros, que con su peinado yonki y su cerveza Bucanero en la mano, celebran el primero de enero, no solo por el nuevo año, sino por el Aniversario  Número 54 de la  Revolución.

“My mojito in la Bodeguita, My daiquirí in El Floridita” decía Hemingway… “Mi Havana Club en el Malecón, y el grupo Niche en el Almendrón”, digo yo.  Una misma Habana, diferentes formas de vivirla. Su encantadora Habana Vieja no tiene nada que envidiarle a otros barrios como el Montmartre en Paris o el Old Town en Praga. Sus bellas calles se caminan sin cansancio, con turistas por doquier y el son cubano por tu piel. Sus paredes parece que hablaran y contaran historias de piratas, de colonizadores españoles y de independencias anheladas y, algunas de ellas, culminadas.

Varadero
No puedo negar que quedé fascinado con el imponente Hotel Nacional, predilecto lugar de estadía para las estrellas de cine durante el famoso festival de Séptimo Arte en La Habana; o con el Barrio Miramar, ocupado por estas gigantescas casas, convertidas en hermosas embajadas y tiendas de lujo; o con el Colegio San Gerónimo, donde hace ya 284 años nació la Universidad de La Habana; mentiría si dijera que no he quedado fascinado con eso. Pero también debo confesar que soy fiel amante de esa otra Habana, la   de esas profundas calles que conforman la Avenida 10 de Octubre, donde un dedo a la derecha indica el Barrio Vedado y el dedo a la izquierda la Habana Vieja. Donde las grandes columnas, muchas de ellas con fachadas desgastadas, en su interior están llenas de color, por la alegría de su gente y su exquisita sazón. Me refiero a La Habana de Helados Copelia, esa donde, después de una larga fila, cinco bolas de fresa y un par de “cakes”, son apenas el postre perfecto para uno en la mesa. Hablo de aquella Habana custodiada por una Alma Mater desde las grandes escaleras de su Universidad, que protege a su hija de la pobreza intelectual y la ignorancia. Esa ciudad que te mima, te susurra poesía y sana tu alma, Habana que te envuelve con su encanto, su acento y su tumbao; que te deleita con su riqueza, que no es más ni menos que su gente; allí está la magia, en La Fuente Viva de Cuba, como el escritor Miguel Barnet ya lo diría.

Almendrón
 Ahora, si usted me permite, por tan sólo 10 pesos moneda nacional, acompáñeme en mi paseo por almendrón y déjeme invitarlo a vivir esa Habana, aquella donde el calor humano se respira y se siente al 100%, donde no puede faltar la música, la yuca con mojo y un buen roncito pa’ celebrar. Y no se le ocurra preguntar qué se celebra, porque más de mil razones han de aparecer, desde la vida, la compañía, la Buena Fe y la santería. Esta es la Habana donde el billete de 3 pesos, con el rostro del Che, deja de ser un souvenir para tomar valor real. Donde todas las noches el Malecón se convierte en la mejor discoteca de Cuba, acompañado por supuesto de una botellita de Havana Club, un poco de Tucola (y de la mía) y un vasito de raspado de dos pesos pa’ mezclarlo. 

“Tú pareces más cubano que los cubanos” me dicen, y para mi eso es melodía a mis oídos, un piropo incalculable; otro motivo para sentirme un habanero más que camina por la calle 23, por el Vedado y pasa gustoso por el Teatro Yara, como si desde chico, hubiese visto centenares de películas allí.



 Por ahora me despido, al estilo Havanization del cantante Raúl Paz, como si nada, como si nada, porque yo me siento bien, caminando por La Habana…