miércoles, 1 de diciembre de 2010

Panamá y Colombia, dos océanos de Historia y cultura...






Este año, en el cual celebramos doscientos años de proclamada la Independencia de Colombia frente a España, es momento perfecto para viajar a través de la Historia y reconocer aquellos hechos que se plasmaron en la sangre, la tierra y el alma de nuestra nación.

 

La Historia juega un rol crucial en la vida de todo ser humano; un rol que en ciertas ocasiones subestimamos, pues llegamos a considerar la Historia como un asunto lejano, sin mucha trascendencia, por ser algo que “simplemente” ya pasó. Por el contrario, es necesario reconocer su gran importancia, entender que nuestro presente, el contexto en el que nos movemos, interactuamos, sobrevivimos y convivimos, es el resultado de todo aquello que ya ocurrió, aquello que llamamos Historia.

 

El pasado 20 de julio millones de colombianos festejamos dos siglos de libertad y soberanía; esta conmemoración me tocó desde la cercana, pero a la vez lejana, Panamá, lo que me llevó a pensar en el Centenario que esta patria istmeña festejó en el 2003, después de un siglo de separarse de Colombia.

 

Ya el 28 de noviembre de 1821 Panamá había declarado su Independencia de España y, 82 años después, lo haría de Colombia. El 3 de noviembre de 1903 es una fecha inolvidable en la tierra panameña pues ese día los istmeños declararon su territorio como un Estado independiente y soberano que recibía el  nombre de República de Panamá. 

 

Son diversos los motivos que argumentan esta separación, como el descuido por parte del gobierno Colombiano al Istmo; o la influencia que  tuvo  Estados Unidos persuadiendo a Panamá, por el interés norteamericano de manejar el Canal. Pero mucho mas allá de estas razones, me llama la atención lo que comparten estas dos naciones, que alguna vez convivieron bajo un mismo nombre, y también aquello que las hace tan diferentes.   

 

Panamá como Colombia, no sólo tiene la dicha de estar bañado por las aguas de los dos océanos, el  Pacifico y el Atlántico, sino también de contar con una tierra rica en diversidad y cultura. La riqueza indígena  de Panamá por ejemplo, es una de las maravillas que me ha cautivado de este país. Son ellos los verdaderos dueños de esta hermosa tierra, pues habitaban en el Istmo antes de que los españoles llegaran a colonizar. 

 

Hace poco tuve la oportunidad de visitar al grupo indígena de los Emberá-Wounaan. Me sumergí en su comunidad, pude apreciar sus bailes, sus trajes tipicos, algunas de sus artes como la madera y los tejidos y sus deliciosos platos como el pescado fresco acompañado con plátano, delicia de dioses! Aprendi con ellos el gran orgullo y amor que sienten por su tierra, a quien consideran y respetan como a una madre. 

 

Como ellos, hay aproximadamente seis grupos más en todo Panamá, entre los que se encuentran los Bri Bri, el Pueblo Nôbe-Buglé, los Nasos y el Pueblo Kuna Yala, cada uno con sus propias creencias y tradiciones ancestrales; muy distintas a la sociedad Cosmopolitan a la que nos enfrentamos en Ciudad de Panamá, a tan sólo un par de horas de estas comunidades, donde algunas avenidas como la Cinta Costera nos transportan a metrópolis como Miami, con sus altos edificios, o en el Cost way con sus yates y veleros sobre el agua. 

 

Tampoco podemos olvidar que Panamá, como Colombia, es un país de contrastes. En Ciudad de Panamá vemos toda clase de gente: aborígenes, extranjeros, afrodecendientes, mestizos, todos caminando por las calles que alguna vez pertenecieron al territorio de la Gran Colombia, pero que hoy son una República orgullosamente independiente, con casi 4 millones de habitantes. En el país del Canal no sólo existe un gran contraste de culturas, sino también un gran contraste socioeconómico, rodeada de edificios lujosos con Pent House último modelo, que se encuentran junto a barrios populares donde habitan personas extremadamente pobres, permitiendo cambiar de estrato seis a uno con tan sólo cruzar la calle; muy caracteristico de nuestra región LatinoAmericana.

 

Pero la belleza de Panamá no se deja opacar. Desde mi alma bohemia, soy un gran admirador de la Cartagena antigua, de aquella Ciudad Amurallada que aun guarda dorados tesoros, secretos de piratas, e historias nunca antes contadas. Para fortuna mia, aquí en Panamá me encontré con el Casco Viejo, ciudad colonial, con casas de tres pisos, grandes balcones, flores y coloridas fachadas. Grandes plazas que reviven la conquista, y el mar rozando las piedras que sostienen la ciudad. Grandes iglesias y ruinas, entre ellas el Arco Chato que, según la Historia, tuvo gran influencia en que la construcción del Canal se hiciese en Panamá y no en Nicaragua, como alguna vez se llegó a pensar, pues demostraba la resistencia sísmica de Panamá. 

 

Es por lo anterior que, Panamá y Colombia, son dos naciones que comparten un hermoso legado cultural, político, económico y social, y han tomado lo mejor de su pasado hispano, su presente latino y su futuro próspero para el beneficio de su gente.