martes, 15 de septiembre de 2009

TEREZÍN.... Una muralla de atrocidades

TEREZÍN

 

Mientras espero en mi habitación a que se pasen las fotos desde mi cámara a mi computadora, veo  cada una de las imágenes que capturé  hoy, con el lente de mi alma. Esas fotos que extienden mi memoria a lo que fue, uno de los genocidios mas grandes en la historia del mundo.

Cada que doy un paso por este campo de concentración “transitorio”, entre la vida y la muerte, trato de entender esa mente tan poderosa que logró convencer a millones de personas sobre la importancia de una raza pura en el mundo, pues según él, así “lo indicaba la Naturaleza”.

 

Puedo sentir cada una de las sombras que nunca más volvieron a ver la luz; escuchar los gritos de hambre y desesperación de las miles de personas que allí murieron. Puedo oler la mezcla entre sangre y madera, que da forma a los camarotes donde eran hacinados más de 90 personas por cuarto, peleándose unos cuantos centímetros para dormir, teniendo muchas veces que turnarse el espacio.

Al llegar a Terezín, un pueblo a 50 minutos de Praga, la estrella de David me recibió con miles y miles de tumbas, muchas de ellas marcadas con números y pocas con nombres. Algunas pequeñas piedras acompañaban cada una de las lápidas, manifestación judía para expresar cariño y recordación a ese ser querido que ya se fue.

Esta  pequeña fortaleza  construida en el siglo XVIII, pensada desde sus inicios como una prisión para los “desobedientes” del estado, tiene impregnado en cada uno de sus ladrillos las torturas y masacres de las que estas paredes fueron testigos, especialmente desde el 14 de Julio de 1940, cuando el régimen Nazi decidió apoderarse de ellas. 

 

Al caminar por un túnel que conduce al pabellón de fusilamiento, respiro los últimos pensamientos, las angustias y temores más extremos que cualquier ser humano haya experimentado en su vida, o al final de ésta. Empieza a asfixiarme el reflejo de las oscuras miradas de aquellos que cometieron estas atrocidades y, casi al final del túnel, me invade el desespero y la impotencia al escuchar el eco de los gritos de las victimas, quienes al ver la luz, no encontraron en ella una nueva oportunidad de vivir,  si no su último rayo de sol.

 Cada una de las telarañas que cubren la prisión, entrelazan los anhelos de libertad y las esperanzas de un territorio en paz…intelectuales, artistas, mujeres, niños y ancianos, cada uno de ellos murió de hambre por el pan seco que recibía diariamente como comida, por las enfermedades y las condiciones de miseria extremas en las que sobrevivía o porque fue silenciado atrozmente.

 

 Pero lo mismo no ocurrió con sus almas, las cuales  rasgaron cada una de las cerraduras que Hitler había puestos en sus cuerpos, pero que nunca pudo poner en sus mentes. Los corazones de las más de 2600 personas que aquí murieron, cobran vida en las rosas rojas que acompañan cada una de las tumbas, donde cerca de la estrella se alza una larga cruz con espinas en su centro, recordando aquel 5 de Mayo de 1945, cuando los guardas Nazi huyeron y 3 días después las tropas Soviéticas llegaron a ayudar.

 

 

Sebastián Arias

WALKER

Septiembre 15 de 2009

2 comentarios:

Juan Sebastian dijo...

Simplemente no se necesita estar en el lugar para poder entender su magnitud...
Con tus palabras logras trasportarme a ese lugar y sentir esas emociones tan fuertes que embriagan a cualquier ser humano de tristeza e impotencia....
Ese es un triste y vergonzoso momento en la historia del ser humano... Pero es algo que ya no se puede cambiar... Lo unico que se puede hacer es cambiar el presente, hacerlo mejor dia a dia con nuestras acciones y pensamientos...

Disfruta, conoce e indaga!

Un abrazo

Raúl Esquivel Martínez dijo...

Definitivamente un pasaje que sigue estremeciéndonos y opacando la idea de "civilización" humana. podría decir muchas cosas; pero sería inútil ante la contundencia de tus palabras, de tus imágenes. Acaso te pueda aportar la letra de una canción de Silvio Rodríguez, de 1968:

"Terezín
Una pesadilla blanca
de chimeneas quemando sangre,
para hijos de Judea
con rara estrella y rostro de hambre.

En invierno y verano es igual:
tras alambres no hay estación.
Terezin de los niños jugar
con la muerte común
mientras pintaban el cielo azul,
mientras soñaban con corretear,
mientras creían aún en el mar,
y los llevaban a caminar
para no regresar.

Terezin,
Terezin,
Terezin,
pelota rota.

Sed de tardes ya increíbles
saltaron locas las altas tapias.
Y el amor, irreductible,
quedo colgado en alambradas
de Terezin.

Terezin,
Terezin,
Terezin,
pelota rota..."