“Nos falta todo pero no nos falta nada”… con esa frase empezó mi aproximación a Cuba, la tierra de la
abundancia humana, cultural e intelectual… tierra con un legado de modestia
material, que con prudencia empieza ahora a cambiar.
Malecón |
Destino: Habana |
Caminaría por
fin a través de los pasos que alguna vez recorrió Fidel y de las ideas que el
líder argentino, El Che, imprimió en las raíces del tabaco y la caña de azúcar,
labrando con sus manos una lucha socialista por la libertad de la patria. Una
patria que modificó su Constitución para hacer a éste hombre parte de un cambio
político que marcaria la historia del mundo; cambio que a gritos pedía el
pueblo cubano. Un pueblo en amenaza de ser
aplastado por aquel andamio norteamericano que sostenía al títere de
Batista…
Desde entonces
la Revolución
traspasa aquella plaza que lleva dicho nombre, que con orgullo hace honor a
Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara y, por supuesto, a José Martí; este
lugar es símbolo de persistencia y autonomía mundial, propicio para construir Paz sin Frontera, como alguna vez lo
cantó Juanes.
Tribuna Antimperialista |
“My mojito in
la Bodeguita, My daiquirí in El Floridita” decía
Hemingway… “Mi Havana Club en el Malecón, y el grupo Niche en el Almendrón”, digo
yo. Una misma Habana, diferentes formas
de vivirla. Su encantadora Habana Vieja no tiene nada que envidiarle a otros
barrios como el Montmartre en Paris o el Old Town en Praga. Sus bellas calles
se caminan sin cansancio, con turistas por doquier y el son cubano por tu piel.
Sus paredes parece que hablaran y contaran historias de piratas, de
colonizadores españoles y de independencias anheladas y, algunas de ellas,
culminadas.
Varadero |
No puedo negar
que quedé fascinado con el imponente Hotel Nacional, predilecto lugar de
estadía para las estrellas de cine durante el famoso festival de Séptimo Arte en
La Habana; o con el Barrio Miramar, ocupado por estas gigantescas casas, convertidas
en hermosas embajadas y tiendas de lujo; o con el Colegio San Gerónimo, donde
hace ya 284 años nació la Universidad de La Habana; mentiría si dijera que no
he quedado fascinado con eso. Pero también debo confesar que soy fiel amante de
esa otra Habana, la de esas profundas
calles que conforman la Avenida 10 de
Octubre, donde un dedo a la derecha indica el Barrio Vedado y el dedo a la
izquierda la Habana Vieja. Donde las grandes columnas, muchas de ellas con
fachadas desgastadas, en su interior están llenas de color, por la alegría de
su gente y su exquisita sazón. Me refiero a La Habana de Helados Copelia, esa
donde, después de una larga fila, cinco bolas de fresa y un par de “cakes”, son
apenas el postre perfecto para uno en la mesa. Hablo de aquella Habana
custodiada por una Alma Mater desde las grandes escaleras de su Universidad,
que protege a su hija de la pobreza intelectual y la ignorancia. Esa ciudad que
te mima, te susurra poesía y sana tu alma, Habana que te envuelve con su
encanto, su acento y su tumbao; que te deleita con su riqueza, que no es más ni
menos que su gente; allí está la magia, en La
Fuente Viva de Cuba, como el escritor
Miguel Barnet ya lo diría.
Ahora, si
usted me permite, por tan sólo 10 pesos moneda nacional, acompáñeme en mi paseo
por almendrón y déjeme invitarlo a vivir esa Habana, aquella donde el calor
humano se respira y se siente al 100%, donde no puede faltar la música, la yuca
con mojo y un buen roncito pa’ celebrar. Y no se le ocurra preguntar qué se
celebra, porque más de mil razones han de aparecer, desde la vida, la compañía,
la Buena Fe y la santería. Esta es la Habana donde el billete de 3 pesos, con
el rostro del Che, deja de ser un souvenir para tomar valor real. Donde todas
las noches el Malecón se convierte en la mejor discoteca de Cuba, acompañado
por supuesto de una botellita de Havana Club, un poco de Tucola (y de la mía) y un
vasito de raspado de dos pesos pa’ mezclarlo.
“Tú pareces más
cubano que los cubanos” me dicen, y para mi eso es melodía a mis oídos, un
piropo incalculable; otro motivo para sentirme un habanero más que camina por
la calle 23, por el Vedado y pasa gustoso por el Teatro Yara, como si desde
chico, hubiese visto centenares de películas allí.
Por ahora me despido, al estilo Havanization del cantante Raúl Paz, como si nada, como si nada, porque yo me siento bien, caminando por La Habana…
1 comentario:
Me da una nostalgia inmensa este recorrido, ¡¡¡El Nacional!!!, los cines, la 23, los "mojitos", el jazz en La Zorra y el Cuervo, volver a la Habana es siempre un ensueño. Y el tuyo la hace más hermosa.
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